viernes, 14 de febrero de 2014

LA PIRÁMIDE DEL DESTINO (LA PRINCESA EN EL DESIERTO. PARTE II)

Jack fue presa del pánico, aún más, y éste le impidió moverse. Pensó nuevamente que la muerte se lo llevaría pero el majestuoso tigre se limitó a mirarlo a los ojos sin cambiar su punto de visión.
-Éste es Anáhuac, tranquilo, no te hará daño. -le hizo saber Xalaquia.
-¿Es... ésto está pasando?, ¿de verdad hay un tigre blanco en mitad del desierto? Debo de estar alucinando, o quizá esté inconsciente y todo ésto no sea más que un extraño sueño.
-Te equivocas, Jack Draven. Los seres vivos, sobre todo los humanos y a pesar de la inteligencia que poseen, no utilizan sus capacidades al máximo, todo lo contrario, apenas las hacen funcionar como deberían. Objetivos que consideras imposibles yo los he conseguido realizar.
Jack se arrastró para alejarse unos metros del hermoso Anáhuac y se puso en pie. No sabía de qué hablaba aquella extraña mujer, todavía dudaba de que todo aquello fuese real.
-Acompáñame. -dijo Xalaquia al ver su cara de incomprensión y su momentánea mudez- Lo entenderás cuando lleguemos a ella. Y te explicaré ciertos detalles por el camino.
-¿Acompañarte?, ¿a dónde? Si ni tan siquiera te conozco. ¿Cómo sé que no me llevas a una muerte segura?
-No lo sabes, pero estoy segura de que no querrás quedarte aquí solo con la probabilidad de que vuelva la tormenta y de nuevo no sepas soportarla.
Xalaquia comenzó a caminar y segundos después Jack hizo lo mismo.

Varios minutos de camino después Jack le formuló una pregunta a Xalaquia que llevaba guardada desde que ella pronunció aquellas curiosas palabras:
-Antes has hablado de los humanos como si tú no fueras uno de ellos, ¿por qué?
-Yo fui humana, lo creas o no yo fui una princesa.
-¿Princesa? -Jack se dejó llevar por la situación.- ¿Y qué ocurrió para que acabases deambulando por el desierto y sin ningún tipo de problemas?
-Mi padre había organizado un matrimonio concertado para mí comunicándomelo el día antes de la boda. Le comuniqué inmediatamente mi descontento y le juré que jamás me casaría. El día de la boda llegó y mi negación a no casarme fue contundente, y lo logré, pero mi padre se sintió muy decepcionado, pues lo había dejado en mal lugar ante la familia del que iba a ser mi marido. Pensó en matarme, a fin de cuentas soy una mujer, ¿quién iba a echarme de menos en un mundo gobernado por hombres?
-Parece que hablas de un tiempo muy pasado, de siglos atrás. -interrumpió Jack.- ¿Puedo preguntarte tu edad?
-Olvidé hace mucho mi edad, perdí la cuenta con los años. Escucha la historia hasta el final y lo comprenderás.
Finalmente mi padre no me mató, no porque no quisiera o porque lamentara que le invadieran los remordimientos, se le ocurrió una idea que me haría sufrir mucho más y que igualmente pondría fin a mi vida. Me desterró en este desierto, en el desierto de Dalah-Siheit, uno de los desiertos más amplios del mundo de los humanos. Tenía la intención de que me consumiera poco a poco hasta morir, qué iluso.
-¿Y por qué sigues viva? Si la historia que me cuentas es cierta sería imposible que ahora estuvieras aquí contándome todo ésto. -Jack comenzaba a sentirse muy atraído por toda aquella historia.
-La mente de los humanos es tan triste, la mía también lo era pero me di cuenta de todo lo que me permitían hacer mis capacidades.
Mi padre me abandonó semidesnuda, con unas finas y simples telas que ocultaban una pequeña parte de mis senos y mi trasero. Mi pelo era negro y antes de conocer a Anáhuac mi amigo era un pequeño gato de color negro del cual desconocía y desconozco su nombre. Lo realmente fascinante fue cuando comprendía que podía cobijarme en casas y navegar en barcas en lugares en los minutos antes no había nada, en los que sólo había más y más arena.


Como puedes comprobar también cambié mi color de pelo y mis vestimentas pues empecé a respetarme a mí misma y a considerarme no una igual, sino mucho más superior a cualquier hombre o mujer que jamás hubiera conocido.
-Voy a ir por partes y dejaré la pregunta más obvia y evidente para el final si te parece bien. - dijo Jack intentando asimilar todo aquello.
-Claro.
-¿Qué sentiste cuando tu padre te abandonó en este desierto a tu suerte?
-Entiendo que te resulte llamativo ese hecho, pues la cultura que me imponían en aquel entonces y la que tú posees son bien distintas pero circunstancias como éstas eran habituales cuando te negabas a cumplir una orden de tu padre o marido.
-Comprendo. -se quedó en silencio unos segundos y volvió a preguntar.- ¿Cuál era tu función antes de llegar aquí?, ¿a qué te dedicabas?
-A servir a los hombres básicamente; les daba de comer, les proporcionaba sombra y abanicaba con los muchos flabelos que poseían, les lavaba la ropa... Creo que ya me has comprendido.
-Sí, y ahora te voy a hacer esa pregunta tan evidente y de la que ardo en deseos de conocer la respuesta: ¿Cómo es posible hallar casas y barcas en lugares donde minutos antes sólo existía arena?, ¿cómo hiciste que tu pelo cambiara de color?, ¿y como conseguiste nueva ropa en la soledad de este desierto?
-En realidad han sido tres preguntas, Jack Draven.
-Llámame sólo Jack y ahora, por favor, responde.
-No hará falta.
-¿Qué?
-Acabamos de llegar, ahí encontrarás todas las respuestas a esas preguntas.
Jack miró al frente y vio una enorme pirámide rodeada por pequeños montículos de piedra.


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