martes, 28 de enero de 2014

LA PRINCESA EN EL DESIERTO

Hacía un calor bochornoso en el desierto de Dalah-Siheit, el sol desprendía con fuerza sus poderosos rayos. Jack cabalgaba a lomos de su caballo junto a sus dos compañeros de expedición, Elmer y Gary. Los tres montaban elegantes caballos de color marrón con la experiencia suficiente para largos caminos desérticos. Todos tenían un mismo destino, alcanzar la frontera del desierto en el que se encontraban. Hacía casi una hora que habían emprendido el camino e iban equipados con las necesidades más básicas: agua, abrigo para cuando la noche decidiera hacer aparición y los ya mencionados caballos entrenados para expediciones como ésta.
Al otro lado de la frontera a la que pretendían llegar se situaban los restos de Glimber Mazacoatl, un antiguo emperador azteca que fue temido por todos sus súbditos y del cual, hasta hace escasos días, no se conocía el paradero de sus restos.
Se levantó una suave brisa la cual sabían que no iba a mantener ese nivel de suavidad. Decidieron apretar el paso, pues que fueran atrapados en una tormenta de arena no era plato de gusto de ninguno, evidentemente.


-No me queda agua- dijo Elmer.
-¿Es posible que ya hayas acabados con tus sunistros de agua, Elmer?- quiso saber Gary.
-Eso parece, es lo que acabo de decir.
Jack cogió la cantimplora guardada en la bolsa de piel que estaba tendida a la derecha del lomo de su caballo y se la lanzó a Elmer. Éste la cogió al vuelo y se quedó mirando a Jack con un pequeño índice de asombro en el rostro.
-Ya me la devolverás cuando la sed me pida paso - dijo Jack al ver su cara.

Tiempo después y tras un largo periodo en silencio fueron conscientes de que aquella suave brisa estaba aumentando de un modo considerable. La visión se nublaba debido a la arena que estaba siendo agitada  por el viento. Decidieron aumentar aún más el paso, tanto que sus caballos ya no trotaban sino que galopaban con la idea de salir de lo que se estaba convirtiendo en una poderosa tormenta de arena.
Mientras galopaban muy velozmente Jack cayó de su caballo y tanto Elmer como Gary frenaron la velocidad de los suyos. Entonces Jack oyó unas palabras que procedían de Gary, unas palabras que no esperaba escuchar y que le hicieron entrar en pánico.
-¡Déjalo Elmer, no podemos hacer nada, larguémonos o nosotros también perderemos a nuestros caballos!
¿Perder? Jack miró en derredor y vió, dentro de lo que aún era posible ver en aquella gran ventisca de arena, que su caballo había desaparecido. Lo más probable es que hubiera huído aterrado por la situación.
-¡¿Estás loco?!- contestó Elmer.
-¡Vámonos!, ¡¿a caso quieres morir también?!
Elmer miró a Jack con gesto indeciso durante unos segundos y acto seguido cabalgó en su caballo junto a Gary que hizo lo propio y ambos abandonaron a Jack. Éste dejando a un lado el profundo odio que empezaba a surgir en él, pues no había tiempo para ello, se puso en pie y empezó a caminar a con la esperanza de encontrar algún lugar en el que refugiarse.

Durante lo que le parecieron horas no logró encontrar refugio alguno y acabó derrumbándose en la fría arena. Su fin estaba próximo, no cabia duda. Entonces oyó una voz:
-¿Vas a rendirte?
Era una voz de mujer. Jack alzó el rostro e intentó ver la procedencia de aquella voz. No lo consiguió.
-¡¿Quién eres?!, ¿¡quién me habla?!
-Esta pequeña ventisca no es problema para ti, ponte de pie y encuentra mi voz.
Jack sacó sus últimas fuerzas de lo más profundo de sí y así lo hizo. Caminó hacia donde creyó que procedía la voz. Una vez en el punto de donde creyó que emanaba volvió a caer de cara a la arena. Entonces notó una mano en su hombro derecho y la venstisca amainó poco a poco hasta desaparecer. Pudo ver que había llegado la noche, probablemente hace unas horas.
Se giró y vio a una mujer ataviada con un vestido blanco de largas medidas que ni tan siquiera permitía ver sus pies. Tenía un hermoso pelo castaño también muy largo, lo que lo hacía más bello aún.


-Lo has hecho bien -le dijo- pero no perfecto. No deberías rendirte tan facilmente en el futuro.
A Jack no le salían las palabras, se encontraba muy sorprendido, y era lógico. Finalmente consiguió hablar y dijo:
-¿Fácilmente?, ¿futuro? Es muy posible que mi futuro se haya esfumado. A todo esto, ¿quién eres?
-Levántate, extranjero -Jack así lo hizo y se sacudió la gran cantidad de arena que lo cubría debido a la tormenta- me llamo Xalaquia.
-¿Xalaquia? Es un nombre extraño.
-Todo nombre ajeno al lugar donde nos críamos nos resulta extraño, extranjero.
-No me llames así, me llamo Jack, Jack Draven.
-Entendido, Jack Draven.
-¿Me vas a explicar que hace una mujer con un simple vestido como equipaje en mitad del desierto?, ¿y por qué no estás cubierta de aren...?
En ese instante Jack oyó un fuerte rugido a su espalda, se volvió lentamente y vio a pocos centímetros de su cara el rostro de un tigre de color blanco con unos preciosos ojos verdes.


No hay comentarios:

Publicar un comentario