Soledad. Triste palabra para un gran número de personas, mi opinión es que depende del lugar. Viajo con bastante frecuencia y me gusta visitar parajes naturales de todo tipo, sobre todo los bosques, poseen una gran belleza digna de contemplar. Me encontraba en uno de estas características; frondoso y bello, destacaba el color verde como es habitual, pero era un verde muy vivo, muy alegre, perfecto. Sólo contemplarlo te hacía sonreír.
¿Por qué me encontraba en este hermoso bosque? Pues por ridículo que parezca buscaba la fuente de los deseos. Siempre he tenido una personalidad escéptica, pero me fascina aprender sobre otras culturas que existen o existieron, y esta fuente tenía unos siglos a sus espaldas. Es increíble lo crédula que podían llegar a ser las personas en el pasado, aunque hay veces que ese hecho no se aleja del presente.
Encontré un pequeño arroyo con el agua totalmente cristalina, las finas rocas de su interior se podían ver con gran claridad. Me arrodillé para refrescarme el rostro, llevaba un largo rato caminando y el calor se había apoderado de mí.
Un buen amigo mío es el responsable de que emprendiera este viaje, esta búsqueda. Me ofreció unos papeles con información sobre la fuente y el lugar en el que se hallaba. ¿Por qué? Porque sabe que no me puedo negar a visitar o a descubrir ciertos lugares y/o tesoros que en el pasado significaron tanto para otras personas. Un sensación de magia me invade cuando contemplo el objeto en cuestión, pienso que en el mismo lugar que yo me encuentro en ese instante otras personas, hace muchos años atrás, eran atraídas por ese objeto mágico que podía ayudarles en sus difíciles vidas. Siempre digo que aunque no creas en algo no significa que no aprecies el valor que tuvo para otros, maravillosas historias he oído de distintas culturas y creencias a mi parecer maravillosas.
Proseguí mi camino, no me encontraba lejos del lugar donde debía estar la fuente cuando de repente la vi. La sensación de felicidad que sentí al encontrarla no se podía describir con palabras. Allí estaba, poseía aún agua, agua que minutos después deduje que provendría de la lluvia. La rodeaban helechos verdes y brillantes y pequeñas ramas la cubrían.
La fotografíé varias veces hasta que quedé saciado y me quedé contemplándola largo rato. Es increíble como perdemos la noción del tiempo cuando disfrutamos de lo que para cada uno de nosotros son grandes placeres.
Saqué una moneda de la cartera y la sostuve un breve instante en mi mano, luego decidí guardarla nuevamente. ¿Por qué no la lancé al interior de la fuente? Mis mayores sueños son descubrir o poder observar con mis propios ojos lugares y tesoros del pasado. ¿Para que iba a pedir un deseo si tenía ante mis narices uno de mis ansiados sueños?
«Oh, vieja y olvidada amiga; aunque en el presente de este mundo ya no seas necesaria, la magia que antaño tuviste sigue viva dentro de muchos de nosotros».
He aquí la superflua fuente de los deseos.
Una entrada magnífica, sin faltas de ortografía y con un tema interesante. Mis felicitaciones, me uno al blog.
ResponderEliminarUn saludo, Myriam R. Nudd.
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