miércoles, 22 de julio de 2015

EL TRISTE DICTADOR

   Y tras crear al hombre y a la mujer, Dios les dijo:
   -Adán, Eva, podéis comer el fruto de cualquiera de los árboles que he creado, de cualquiera de los árboles que podéis observar a vuestro alrededor. De cualquiera... excepto del que se encuentra en el centro del paisaje en el que habitáis.
   -¿Por qué no podemos comer de ese árbol, Señor? No encuentro la diferencia con respecto a los demás. - dijo Eva.
   -Ese árbol os dará conocimiento de lo bueno y lo malo. Es más, moriréis si coméis su fruto. Vuestro espíritu morirá.
   Pero Eva siguió preguntando, pues no comprendía del todo lo que su Señor decía:
   -Señor, ¿no sería bienvenido en nosotros, tus creaciones, el conocimiento sobre lo malo? Es decir, habitamos un paraíso, conocemos mucho del lado bueno, ¿por qué no conocer los peligros para poder evitarlos o poder hacerles frente?
   -¡No necesitáis conocimiento del mal, mujer! ¡Estáis bajo mi protección y cuidado! ¡Ningún mal os invadirá mientras hagáis lo que digo!
   Dicho esto, Dios se marchó.
   Tras un breve instante de silencio, Eva le hizo una pregunta a Adán:
   -¿Por qué me ha llamado "mujer"? Es bastante obvio que lo soy, pero también poseo un nombre. Un nombre que Dios mismo me otorgó.
   -Ni siquiera me ha dirigido la palabra. - respondió Adán. - ¿Es mejor el silencio y la ignorancia o el hecho de llamarte por lo que eres?
   -Me parece un poco absurdo, Adán. Si te dan un nombre es para llamarte como tal. Por eso los árboles no tienen nombres y se les conoce por su conjunto. Al igual que las nubes, los pájaros o las propias manzanas.
   -Creo que, tras escuchar tus palabras, tienes razón. Tendrás mi apoyo si lo necesitas cuando decidas hablar de todo esto con nuestro Señor.

   Largo tiempo transcurrido, Eva y Adán, se encontraban recostados bajo el árbol prohibido. Largo tiempo habían estado contemplándolo, pero no hallaron diferencia alguna con respecto a los demás árboles cuyos frutos eran las manzanas que se encontraban en el Edén. Adán se encontraba dormido y Eva estaba soñolienta, pero despierta, cuando una voz dijo:
   -¿Por qué este árbol se halla intacto?
   Eva giró la cabeza hacia la derecha y observó a una serpiente de un profundo color negro con ojos del mismo color aún más profundos.
   -¿Qué quieres decir? - le preguntó.
   -Me he percatado de que parte de vuestro alimento son frutos que recolectáis de distintos árboles y, tras un rato de observación, he visto que no habéis probado ninguna de las manzanas de este árbol en el cual lleváis recostados una considerable cantidad de tiempo.
   -Dios nos ha dicho que no debemos comer de él. Nos ha dicho que obtendremos un conocimiento que no necesitamos, que nuestro Espíritu morirá.
   -Me parece un precio justo a pagar por obtener un conocimiento superior al que actualmente poseéis.
   -Es muy posible que tengas razón.
   Eva se alzó hasta ponerse en pie y acarició una de las manzanas de aquel árbol que empezaba a detestar. Finalmente arrancó una de las manzanas y se la llevó a la boca.
   -Yo he probado el fruto de este árbol en distintas ocasiones y jamás he notado ningún tipo de cambio en lo que a mí se refiere. ¿Qué tal el sabor? - quiso saber la serpiente.
   -Delicioso.
En ese instante Adán se despertó y fue testigo del mordisco de Eva a una de las manzanas del árbol prohibido.
   -¿Por qué lo has hecho? - preguntó Adán sin ningún tipo de exaltación.
   -Estas manzanas no son distintas a las demás, saben igual de sabrosas que las de los otros árboles. Toma, pruébala.
   Eva entregó la manzana que llevaba su mordisco a Adán, y éste, tras observarla brevemente, también la mordió. Entonces, los tres, incluida la serpiente, sonrieron. Aunque aquellas sonrisas no duraron demasiado, pues en ese momento, Dios hizo acto de presencia.
   -¡Así que habéis comido el fruto del árbol del que os prohibí comer! ¡Me habéis decepcionado!
   -¿Por qué nos prohibiste comer de él? - quiso saber Eva.
   -Para probar vuestra lealtad.
   -¿Probarnos? ¿Es que acaso nos creaste para divertirte? ¿Tan aburrida es la vida de un Dios?
   -Ignoraré esas palabras, pues no eres consciente de lo que dices. Y de igual modo quedaréis desterrados de esta tierra maravillosa.
   Eva estaba invadida por la impotencia y la furia y no pudo contenerse más:
   -¡¿Sabes una cosa, estúpido Ser?! ¡Cuando he comido esa manzana me he percatado de que me encuentro desnuda, pero no me importa! ¡No me importa porque siempre me has visto de este modo! ¡Me he percatado de que el único mal del Edén eres tú, patético y solitario Ser! ¡Me he percatado de que creas vida para manipularla a tu antojo e imponerles normas! ¡No se te ocurra pedirme que no pregunte, no se te ocurre decirme que no sienta curiosidad, pues para eso me dotaste de inteligencia! ¡En estos instantes soy yo la que se marcha de tu lugar de ensueño, de tu paraíso!
   Eva comenzó a caminar sin mirar atrás, alejándose cada vez más de aquel lugar.
   -¿Y tú, Adán? Te doy la oportunidad de quedarte. ¿Lo harás?
   -Lo siento, Señor, pero estoy de acuerdo con todo lo que Eva ha dicho. Siento deseos de marcharme con ella y eso es lo que haré.
   -¿Y el hecho de que estés de acuerdo con las palabras de Eva no la convierte en una manipuladora?
   -No, Señor, no lo hace. Me he permitido reflexionar unos instantes sobre lo que ha dicho Eva y me he percatado de que lleva razón. No me ha manipulado, ni siquiera sus palabras iban dirigidas a mi, pero la verdad está en ellas.
   -¡Pues adelante! ¡Marchaos! ¡Pero jamás podréis volver a pisar el Edén!
   -No creo que queramos hacerlo.
   Y tras estas palabras Adán se marchó del Edén. Vivió junto a Eva hasta el final de sus días y pese a sufrir todo lo oscuro y temible del mundo humano, también hubo momentos de felicidad, de gran felicidad que nunca habían experimentado en el Edén: Abel y Caín.

   Esta es la historia en la que un Dios orgulloso y repleto de toda clase de poder se queda solo. Un Dios que, a pesar de creerse inmune, experimentó el dolor humano. Soledad, tristeza, rabia, desesperación, impotencia y nostalgia. Triste historia de un triste Ser.


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