Regreso al apartamento
Dos años después de lo ocurrido en el apartamento 13 creí que había llegado el momento de volver e intentar averiguar qué fue todo aquello que ocurrió durante mi estancia en el lugar. Llevaba días dándole vueltas y aunque una parte de mí no quería volver allí la otra quería saber qué ocurrió exactamente y por qué.
Me encontraba de nuevo frente al edificio de apartamentos con las dos manos ocupadas por grandes maletas equipadas mayormente con ropa y productos para el aseo personal. La casera tampoco me acompañó en esta ocasión, esta vez desconocía el motivo pero no me importaba ignorarlo, no era a eso a lo que había venido.
Tras subir los dos tramos de escaleras necesarios para llegar a la puerta del apartamento me percaté de que habían cambiado los números de la puerta, seguía siendo el 13 y continuaban diferenciándose del color dorado del resto de números que asignaban las otras puertas, pero eran de un grosor algo más fino y de aspecto más elegante. Cogí la llave de mi bolsillo, abrí la puerta y entré en el interior de la casa.
El lugar se encontraba prácticamente igual excepto por algunos detalles insignificantes; las cortinas eran nuevas, de color granate, hacía juego con el sofá, que seguía siendo rojo oscuro, muy similar al granate y, en la que volvería a ser mi habitación, encontré en la mesita de noche una lámpara algo más actual en comparación con la que pude ver hace dos años.
Al salir de la habitación observé algo que me pareció bastante impactante. En el pasillo estaba aquel cuadro de la chica con vestido de color negro situada en un paisaje otoñal. ¿Era posible que hubiera permanecido en la casa durante estos dos años?, ¿cómo pude no percatarme de su ausencia? Es un cuadro que apreciaba bastante, aquel largo descuido era algo muy extraño.
Pensé que lo mejor sería abandonar el apartamento por unas horas y cuando regresase y despertara al día siguiente comenzar a intentar averiguar todo aquello que me resultó extraño en esa ocasión que viví entre aquellas paredes.
Día 1
Abrí la puerta del piso y entré bien entrada la madrugada, me puse ropa más cómoda y me dispuse a dormir. Evidentemente lo hice algo intranquilo por lo que pudiera pasar aquella noche.
Me tumbé, la cama estaba muy fría, y me tapé con las sábana y manta hasta el cuello. Pasado un tiempo la cama seguía fría, el lugar de ella que ocupaba mi cuerpo no se había convertido en una zona más cálida. Era imposible intentar conciliar el sueño en esta situación. Decidí ponerme una camiseta más gruesa encima de la que ya llevaba y pasado otro largo rato la cama se volvió algo más cálida y pude dormir unas horas.
Día 4
Era curioso que desde la baja temperatura del contacto con la cama de mi habitación no se hubiera dado un situación extraña o digna de mención. ¿Era posible que deseara que ocurriera algo así? En cierto modo sí, se suponía que para eso había vuelto al apartamento aunque, lógicamente, los sentimientos de preocupación y desconfianza no me habían abandonado. Me encontraba almorzando, sentado en el sofá del salón en completo silencio, siempre he creído que comer con escasez de sonidos o sin conversaciones vanas que no llevan a ninguna parte es mucho más relajante, cuando pude ver como las cortinas, muy lentamente, se corrían solas.
Me quedé petrificado pero en cierto modo lo había estado esperando. Lo que habitaba aquella casa empezaba a manifestarse.
Día 9
Me había adaptado de nuevo a aquel apartamento, ya recordaba a la perfección como era habitar aquella casa. En mi interior había algo que me decía que saliera de allí pero ese algo estaba acompañado por otra voz que decía justo lo contrario; decía que debía quedarme, que allí podría descubrir algo increíble.
Salí de la ducha cuando encontré el cuadro de la mujer en el paisaje otoñal en el suelo con el lado de la pintura hacia abajo. Me detuve para cogerlo y pude ver que no se había roto ni había indicios de ello, la pintura estaba intacta y el marco perfecto. Esta vez en lugar de volver a colocarlo en su sitio decidí llevarlo a mi habitación y apoyarlo en la pared justo al lado derecho de mi cama e irme al salón a comer, ya le buscaría un nuevo lugar en otro momento.
Me senté en el sofá y comí con entusiasmo, pues tenía bastante hambre. Terminé muy rápido y miré las cortinas que hace unos días había visto moverse solas. Me dirigí hacia ellas y con la mano derecha rocé su textura con un amplio movimiento de izquierda a derecha. Justo antes de finalizar el movimiento noté un dolor de apenas duración en la palma de la mano, retiré ésta de las cortinas y vi que no tenía ninguna marca, el daño no dejaría señal.
Decidí ir a la habitación a dormir un poco, estaba cansado y consideré que sería una buena idea. Una vez llegué a la puerta de ésta mi sorpresa fue mayúscula. El cuadro estaba encima de la cama con varios cortes que parecían arañazos y justo en medio había uno mucho más grande que se diferenciaba del resto con facilidad. ¿Qué había pasado?, ¿por qué no había oído nada? De haber estado en la habitación, ¿podría haber acabado yo así? No quería pensarlo pero era probable. El miedo se apoderó de mí, aún más. "Debes aguantar, tienes que descubrir qué está pasando". - Esas eran las palabras que rondaban por mi cabeza y a las que por el momento podía seguir obedeciendo.
Día 14
Me era casi imposible conciliar el sueño, daba vueltas y vueltas en la cama sin conseguirlo. Teniendo en cuenta los acontecimientos allí ocurridos mi insomnio no se alejaba de la lógica.
En ese momento volvió aquella sensación de frío que experimenté la primera vez que decidí habitar aquella casa; el vello se me erizó, tanto por el frío como por el miedo, y aferrado a la sábana me resistía a abrir los ojos. Finalmente los abrí y el pánico hizo gran efecto en mí.
A mi derecha había sentada una persona pero esta vez no sentí el peso de ésta sobre el colchón. La débil luz de la luna me permitió ver que tenía un pelo de una longitud considerable y de color negro. A pesar de estar sentada de espaldas a mí tenía la cabeza girada hacia el lugar donde me encontraba y, supuse, ya que no había suficiente luz como para contemplarle el rostro, me miraba fijamente.
Salí rápidamente de la cama e inconscientemente, pues sólo quería huir de aquel ser, me dirigí a la ventana de la habitación. El ser no había hecho ni un solo gesto ante mi reacción salvo un pequeño movimiento de cabeza para poder seguir mirándome. En ese instante se levantó, permaneció unos segundos sin hacer nada más y entonces comenzó a caminar hacia mí muy lentamente. Se acercaba hacia la luz de la ventana y pude ver que el pelo le cubría gran parte del rostro. Se detuvo a pocos centímetros y comenzó a aproximar su rostro al mío, acercó sus labios a mi oído y dijo:
-¿Dónde está mi apartamento?
Instantes después desapareció.
Día 20
Tras lo sucedido hace seis días estuve los dos siguientes durmiendo en casa de una amigo pero buscando y encontrando el valor de donde nadie sabe volví al apartamento.
Almorzaba en el salón intentando expulsar al miedo de mi interior sin éxito, mis ojos se dirigían en todas direcciones esperando ver una nueva y desagradable sorpresa.
Tras salir de la cocina, donde de dejé los platos y cubiertos, vi como de la pared, donde se encontraba la ventana, comenzaba a brotar un líquido oscuro de color rojizo. Se trataba de sangre y comenzaba a cubrir toda la pared. Me quedé petrificado, una vez más, sin saber qué hacer o cómo reaccionar. Cuando la pared estuvo completamente cubierta de sangre ésta cesó. La sangre que aún tenía la pared iba cayendo hasta que todo quedó en calma, entonces pude ver que en la pared, de un rojo más oscuro e intenso, había unas letras, unas letras que formaban aquella tan conocida pregunta que me atormentaba.
¿DÓNDE ESTÁ MI APARTAMENTO?
Acto seguido toda la sangre, incluida las que formaban las letras, desapareció.
¿Me estaba volviendo loco? No lo descartaba.
Día 26
En la cama, sin poder dormir, con un dolor de cabeza espantoso y con ojos muy abiertos me hallaba aún sin una explicación lógica para todo aquello. Estaba a punto de abandonar.
En ese instante oí un pequeño zumbido que iba en aumento. A medida que aumentaba me dí cuenta de que se trataba de las ventanas y las puertas; las ventanas temblaban, cada vez más, con una brutalidad inmensa y comenzaron a estallar los cristales.
La madera de las puertas comenzaron a agrietarse con crujidos bruscos y sonoros. En ese momento algo que no alcancé a ver me agarró de la pierna y comenzó a arrastrarme debajo de la cama. Peleé con todas mis fuerzas pero era inútil, me había cogido y no tenía intenciones de soltarme, aquél era mi fin.
De pronto la puerta de la habitación se abrió y me encontré con una mujer de pelo corto y gafas completamente redondas de color marrón. Era mi casera. Entró rápidamente en la habitación, metió uno de sus brazos bajo la cama y consiguió liberarme.
-¡Corre, deprisa! - gritó a viva voz.
Ambos corrimos por todo el pasillo y el salón hasta llegar a la puerta que comunicaba con la calle, la abrí y bajamos velozmente las escaleras hasta encontrarnos en la calle.
-¿Tiene idea de qué acaba de pasar? - pregunté casi sin aliento.
-Es mi hija.
-¿Su hija?, ¿pero cómo...?
-Ven, hay mucho que contar. - Me agarró el brazo y comenzamos a caminar.
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